Pitigliano y Fin
Pitigliano. Cuidad amurallada, no muy grande, en un alto, muy bien iluminada y con varias cuevas en su parte baja. Las calles eran grandes pero el coche se debia quedar en la plaza, en la entrada al barrio judio. Se le llama la pequeña Jerusalem. Esta villa toscana tiene la sinagoga mas importante y curiosa de la zona. De noche y solo con las luces amarillas, el aspecto se mezclaba entre lo romantico y lo misterioso. Las callejuelas, todas de piedras y adoquinadas. Al final, una iglesia y un pequeño restaurante con su terradiza provocandonos a quedarnos a cenar. Se puede ver la Fortaleza y el Palacio Orsini y un pequeño templo de origen cristiano. Según cuenta las historia, una comunidad hebrea muy importante, reducida por la invasión nazi, pero muy protegida por los propios habitantes de la cuidad, con riesgo de sus propias vidas. Calles empinadas, antiguos nichos , ahora convertidos en cantinas. Su vino “Bianco de Pitigliano”, su gastronomía y cono no, su pasta que no se parece nada a la que podemos comprar aquí. Personas muy simpáticas. Llegamos tarde y el cansancio ya hacia mella entre nosotros. No encontrabamos el hotel pero eso hizo que volviesemos a hacer turismo. Nuestro despiste crecia con los dias. Bajamos la montaña, por una crta de curvas y con mucho jardin hasta que nos dijimos que no podia ser por ese camino. Una pena no poder parar porque las vistas eran impresionantes.

El hotel, un balneario a la riva del rio era acogedor, tranquilo, agradable y con un desayuno capaz de levantar a todo el mundo. No se oia uningun ruido, solo el correr del agua. Un jardin muy cuidado donde descansan hasta los gatos al sol. Una edificacion con un spa con colores suaves. Hotel Relais Valle Orientina. Si quieres tranquilidad, no dejes de quedarte aquí.

Con mucha tranquilidad y costándonos mucho salimos del hotel rumbo a Roma. Volvíamos a casa. Nuestro periplo toscano llegaba a su fin. Seguimos por crtas pequeñas, visitando todo aquello que llamaba nuestra atencion y observando los contrastes como el tener en nuestras espaldas pequeño pueblos como Castellana de Chianti súper cuidados, pasamos Viterbo, y llegar a Capranica. Curiosamente me recordaba a esas películas italianas en color negro. Una vez que pasas la puerta de la fortaleza, la funeraria te recibe. Era la hora de comer y no había nadie en las calles. El pueblo, limpio en las calles pero de edificios desgastados y abandonado. Una extraña imagen en relación a todo lo que habíamos visto siempre muy arreglado. Sr. encorbatado con sombrero y muy delgado. Curiosamente, el de la funeraria. Solo faltaba el coche largo negro. Si, me recordaba a una película italiana que no recordaba. Aun así, tenia su encanto.

Un restaurante pequeño , casero y con Sr. que nos recibió muy amablemente. Un plato de pasta, una carne cocinada a fuego lento y unos pastelitos típicos. Barato, de casa. Salimos y rodeando la fortaleza, llegamos a Sutri. Cuevas…. Cuevas….pero no nos quedaba tiempo. Mas murallas, pero seguimos aun con tiempo camino del aeropuerto. Y mi periplo Italia, solo acababa de empezar.

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