Florencia- Volterra
Dejamos Florencia detrás, subiendo la montaña buscando un mirador donde hacer la ultima foto de esa ciudad tan bonita. Algo que nos pudiera llevar hasta el cielo de las cupulas rojas. Llegamos hasta la Abadia de San Miñato.Impresionante, altiva y incluso mas bonita que la catedral. Su mármol combinando entre negro y blanco, su pasillo con sus baldosas brillantes, su lugar de recogimiento entre columnas y su altas en lo alto te hacen enmudecer solo entrar. Lo siento pero solo hago que pensar en aquella frase de la pobreza de la iglesia cuando veo estas paredes tan decoradas y con esos altares tan impresionantes y distinguidos. Pero.. por mucho que digamos, la iglesia y la religión, seas creyente o no, es la cuna de cualquier civilización. Al lado de las escalinatas, un cementerio abierto al cielo, lleno de personajes cargados con sus caballetes y sus pinceles. Estraños vecinos. Nos sentamos en la tapia embobados. La luz anaranjada de la mañana y una brisa suave. Entendia porque los artistas se quedaban prendados de esta ciudad.


Seguimos bordeando la montaña, hasta el pueblo siguiente en donde ya iniciamos nuestra integración en cultura Toscana. La crta era comarcal, muy buena y rodeada de campos verdes y de arboleda. Pocos coches, poco trafico y algun loco de vez en cuando. El aire fresco y buena temperatura. Entramos en Greve Di Chianti, aparcando directamente en el primer sitio que encontramos. La plaza del pueblo, con porticos y muchas flores era el espectador callado de la llegada de los forasteros, de la propia vida del pueblo y casualmente de una boda en la que la novia destacaba de lejos por su largo vestido rojo. Abandonamos el pueblo sin rumbo fijo, subiendo por unos extensos prados verdes llenos de viñedos y de casonas en los que con letras estudiadas se leia el nombre de las bodegas. En una curva divisamos un castillo muy cuidado y un pequeño pueblo.





Llegabamos a Castellana di Chianti. El castillo convertido en una bodega restaurante, donde te cobran 8 euros por subir andando a las torre. Las calles empedradas y muy cuidadas. Las puertas de las casas de madera y decoraciones de hierro y como no, de flores. Tambien podias pasar por un tunel iluminado por la luz de las ventanas acristaladas y los focos. Una Terma, una galeria de arte muy bien puesta con unas fotografias explendidas y un banco con dos amigas conversando.


El hambre empezaba a hacer mella en nuestros estomagos y divisamos otro pueblo. Ponzano. Las calles empinadas pero muy cuidadas. Una iglesia presidia con toda su seriedad a los vecinos. Un letrero, unas mesas y una barra. Entramos y el ambiente hogareño, mas un buen plato de pasta con una pinta excelente hizo que nos sentaramos en una tranquila terraza, rodeada de parras y con toda la vista al monte. Es pequeño y a la derecha subiendo delante de la iglesia. Muy recomendable. El castillo quedaba detrás nuestro. Que agradable. Me quedaria a vivir aquí, aunque seguramente por exceso de mercado seria difícil verder mi arte. Siempre nos quedaria montar un bar español, un buen gazpacho y una tortilla de patatas se llega a todas partes.






La visita a San Giminiano, el N.York toscano, por sus torres medievales, fue bastante corta aun a sabiendas que era un pueblo de los mas recomendados. Muy bonito pero demasiado arreglado, parecia un decorado de película , de esos de carton piedra. Mucha gente, mucho turismo, muchas tiendas con los mismo productos. El pueblo queda arriba y los coches abajo. Una vuelta y al camino. No nos gusto.Un parking el cual debes pagar y no estar mas de una hora… Mas bonito de lejos cuando las torres aun se ven en medio de los campos y con ese color azulado del atardecer.



Volterra, con sus palacios y escudos y al final, con el atardecer Sienna. Nos dejo sin palabras. Nos dejo sin aliento.


No hay comentarios:

Publicar un comentario