Dejamos Pisa detrás, avanzando con cuidado por una Ctra. de montaña. La fama de la conducción con locura de los italianos es mundial y no teníamos ganas de un encontronazo. Un puente , una curva y Jose iba con cuidado y con toda su atencion. No teníamos mas que un pequeño plano pero aun así, el sentido de la orientación esta alerta. La ladera estaba decorada con unas ruinas de un monasterio y en la parte baja se divisaba una perspectiva de la ciudad. La tarde caía.
Lucca es una pequeña ciudad amurallada, muy amplia , con grandes plazas, muy agradable y limpia. Sin saber exactamente donde paraba nuestro hotel, callejeamos mochila cuestas. Las calles muy iluminadas con ese color amarillo de las farolas y las luces alegres de las tiendas. Familias paseando, alguna parejita cogidos de la mano, terrazas con muchas flores y una librería con bar incorporado, abierta las 24 horas. Es curioso como su procedencia etrusca, se une con la cultura romana con sus estrechas calles, sus altas torres y sus rincones. “La Piaza di mercado”, con su forma ovalada, con sus tiendecitas y la iglesia “Di Duomo Di Martino”, hacen competencia en belleza. Las bicicletas con sus cestas llenas de flores y sus personajes con gorros de paja, hacen con todo lo demás, un sitio agradable y perfecto para una escapada romántica. Compiten la tiendas de ropa con estilo con las galerías de arte. En cada esquina hay algo que te llama la atencion. Y lo mejor es que el turismo no ha roto mucho la estampa. Hubiésemos paseado con tranquilidad hasta altas horas o nos hubiésemos quedado si no fuese por lo apretado del viaje. El hotel, “ All Tuscany”,(sigue su link),  típicamente llamado “Bed and Breakafast”, era muy agradable. Casero y familiar. Una gran puerta de madera, unas escaleras de piedra, un patio. De tan ..de tan…. no sabia describir la habitación pero hasta bonita. Grande, amplia, y un lavabo solo parta nosotros. Quizas sobraba el cuadro de la japonesa pero…. Que mas da, si estariamos solo para dormir… ella velaria por nosotros. En Italia hay que tener cuidado con esto en el momento de la reserva. El desayuno, completo y bueno. Flores, vasijas de barro y unas escaleras antiguas. El ascensor pequeño pero se podían meter dos personas con maletas. El personal muy agradable… Buen sitio para volver.
La Ctra. se volvía a abrir delante nuestro pero esta vez no paramos en ningún lado antes de llegar a Florencia. Queríamos tener horas para pasear de la mano, disfrutar de esa bella cuidad con toda tranquilidad, de su catedral de mármol blanco, de su río, de sus cadenas llenas de candados cerrando historias amorosas que solo podemos dar rienda suelta a nuestra imaginación para soñar de cómo han sido. Un puente antiguo lleno de joyerías, avenidas con mucha gente paseando y pintores enseñando su arte o ese mercadillo de piel que esa cazadora que tanto me gusto variaba de precio según ibas avanzando. Subir a todas esa torres para llegar al cielo de Florencia. Pero no llegamos. Las escaleras cada vez mas pronunciadas, cada vez mas dificultosas y un “nos volvemos” con gran pena a media cúpula. Pizzas, pasta y helados por doquier… pero acabamos en una pequeño restaurante, agradable y poco frecuentado por los turistas. Antica trattoria "Da Tito". (sigue su link), El dueño, curiosamente parecido a Pavarotti nos hablo sin problemas en español. Raciones grandes, buen vino de Chianti y un postre difícil de olvidar……. La catedral estaba iluminada… el ambiente calido…. Si, esta saliendo como había soñado.

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