Sin dote pero con hombres santos
Los monjes, por mucho que me los miro, vayas donde vayas, tienen expresión extasiada. No me gustaría encontrármelos en una esquina. Es una primera impresión, pero luego se te acercan, te bendicen, te ponen un punto del color de la diosa a la que adoren en la frente y son adorables. Son dignos de admiración la devoción que tienen en este país por los dioses. Nuestro guía ayuna los miércoles pero no deja de llevar comida a la diosa Shiva o a Buda. No nos entiende mucho pero pone mucho de parte para que no nos aburramos. Le atosigamos a preguntas. Es una cultura curiosa, diversa y extraña. Los matrimonios son para toda la vida y el 98 por ciento concertados por los padres. No existe el divorcio y si lo hacen , se arriesgan al vació de la sociedad. Si no se casan con quien están comprometidos, deben salir de la ciudad y no volver. Según ellos, si los padres eligen , esta bien. Aun así no les veo como una sociedad conformista. Teóricamente los hombres son fieles. Se anulado la dote, (pecado y penado por la ley). La prevención en el trabajo es cero. Las leyes de trafico… cero. Nuestro conductor lo hace muy bien, aunque tengo que confesarte que pocas veces miramos hacia delante. Paramos en un pueblo difícil de recordar el nombre. Entramos en un restaurante. Las mesas llenas, no hay cubiertos. Comen encima de hojas de parra y con las manos. Arroz, plátano y verduras. Y seguro que con mucho picante. Hoy nos estamos osados. Pero no dejo de comprar algo parecido a una bolsa de dulces y patatas fritas pero de plátano y yuca. No esta mal, pero los dulces son dulces… demasiado dulces. Son muy golosos. Les gustan los pasteles pero con demasiado azúcar. Me quedo mirando un edificio. Los andamios son de caña, bien atados. El sistema de carga , es la fuerza humana. Y las poleas, los propios obreros subiendo por una escalera raquítica. Mirando esa escena me transporto al antiguo Egipto. Mas allá volvemos a parar. Campos de arroz, donde los niños se confunden entre los prados. Los padres , juntos espolvorean los cazos como nosotros lo hacemos aquí mediante maquinas especiales. La unión de los colores vivos hacen que la imagen sea de una belleza increíble. Mas allá, un niño detrás de la falda de su abuela nos observa. Es una mezcla de salvaje selvático pero sus ojos son dulces. Me acerco. Me mira con curiosidad. Le ofrezco un juguete. Viene, estira la mano, lo coge sin saber que hacer. El morro de la cabra se pone en medio. Porque ella no lo va oler?
Entramos hacia la provincia de Kerala.. El paisaje cambia y todo se vuelve frondoso, verde y hasta cataratas con una fuerza en el agua que ya querríamos en nuestros ríos. Plantaciones de te.. de piña, caucho, arroz, Te… Largas sabanas colgadas de cuerdas. Grupos en donde la mujer las lava y el hombre las cuelga.

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